Prometen proporcionar energía e incrementar la resistencia física. Su sabor dulce es bastante agradable y aunque son comercializadas de forma masiva, las bebidas energizantes no son tan inofensivas como parecen. Altas dosis de cafeína, taurina (aminoácido), azúcar y carbohidratos provocan un potente estímulo en los sistemas nervioso y cardiovascular, que producen efectos adversos en la salud.
“Pueden subir la tensión arterial, la frecuencia cardíaca, producir el cierre de los vasos sanguíneos, taquicardias y, en casos graves, provocar arritmias cardíacas. También, vómito, diarrea, náuseas, reflujo gastroesofágico, trastornos del sueño y problemas en la concentración, es decir, no son recomendables”, señala Luis Jorge Hernández, profesor de la Facultad de Medicina y experto en salud pública de la Universidad de los Andes, Colombia, sobre las graves consecuencias de estas bebidas.
El problema es que son consumidas por adolescentes y adultos como una alternativa para mantener la concentración al momento de estudiar, proveer energía durante largas horas sin descanso, retrasar el sueño o sentirse activo en fiestas nocturnas, incluso en algunos casos para potenciar sus efectos son mezcladas con otras sustancias: “Las combinan con drogas o con estimulantes, y producen un efecto sinérgico, es decir, al combinarse pueden producir paro cardiorrespiratorio, entonces es un riesgo letal”, afirma el experto.
Las altas cantidades de cafeína y azúcar que contienen las bebidas energizantes son una preocupación para la comunidad médica. Según investigadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) su consumo se asocia a sobredosis de cafeína, diabetes tipo 2, problemas durante la gestación, efectos neurológicos y cardiovasculares, dependencia y obesidad.
Gracias a las estrategias de mercadeo y publicidad, estas bebidas son promocionadas como una solución al ritmo de vida acelerado que demanda alta productividad; para el profesor Hernández su consumo descontrolado dentro de la población universitaria es una problemática que responde al afán de los jóvenes por mejorar su rendimiento académico.
“En los estudiantes hemos detectado que las usan para no dormir, aparentemente los hace sentir más seguros al estudiar, pero es una trampa. Hay jóvenes con enfermedades de base que pueden empeorar al consumirlas, además se han descrito casos de mortalidad debido a que producen taquicardia, arritmias cardíacas que no se pueden controlar, entonces, no hay dosis mínima, no hay dosis segura, lo mejor es evitarlas”, afirma.
En ese mismo sentido, German Casas, profesor de la Facultad de Medicina y especialista en psiquiatría de la Universidad de los Andes, Colombia, explica que el exceso de consumo de energizantes pueden generar problemas de ansiedad e incluso crisis de pánico. De igual forma, asegura que es una falsedad que estas bebidas aumentan la concentración, “Dejan al individuo con mayor tiempo para poder dedicar a la actividad académica porque evita la somnolencia, esto es un problema porque generalmente ellos mantienen muy asiduos a usarlas en horas nocturnas para estudiar o rumbear y alteran el ciclo de sueño y vigilia normal del adolescente o el adulto joven”, señala.
Para mantener la energía de manera saludable, recomienda Luis Jorge Hernández, es indispensable tener un buen hábito de sueño (entre 7 a 8 horas diarias), una alimentación balanceada y buena hidratación. Así mismo, indica que es importante hacer campañas educativas para que las personas comprendan la composición de estos productos y los riesgos que ocasionan.